martes, 9 de septiembre de 2014

Cada vez es más dificil entrar aquí. La inmediatez de la vida y de las cosas conllevan un proceso de cambio continuo; la hija crece por segundo y su lenguaje también.

He leído cual caballo desbocado en este año en que los momentos se rigen por el animal que relincha y no se cansa.

La que escribe crece por segundo también; en ocasiones anhela la piel de gallina de la adolescencia, los besos arrebatados, húmedos y calientitos de la juventud, la pasión al borde, las miradas y el cuerpo receptivo; en otros momentos reconoce que no hay mejor apuesta para la bolsa de valores de la vida que el tiempo y el conocimiento, la experiencia se refleja en sus sentidos y en su caminar, en su risa. Los movimentos son más lentos, más pensados, más disfrutados.

Es como estar en la punta de un acantilado, mientras del otro lado se observa a una jauría de lobos, por este lado todo es tranquilidad, el agua cayendo en una cascada que se transforma en espuma y en miles de volutas blancas, el pasto es verde y alcanza casi la rodilla, desde este punto se ven los ojos rojos y amarillentos de los lobos que esperan, esperan, solo esperan que la que escribe cometa un error o de un paso en falso para lanzarse sin miramientos a la despedazada perfecta, el desprenderse de la carne hasta quedar en el hueso blanco y descalcificado.

Así los lobos. El deseo se esconde tras los ojos muertos.