miércoles, 16 de septiembre de 2009

Hace mucho que no entraba aquí. El tiempo (eterno enemigo de todos), no me lo permitía. Pero el recorrido por los días inicia nuevamente, la ausencia no fue gratuita. Una amiga me dijo hace semanas que escribía cosas muy tristes. Dejé de escribir, lo hacía sólo en la mente. Cualquiera que me conozca lo suficiente sabrá lo que escondía cada palabra, cada letra. Decidí escribir sin dolor, pero no pude, lo intenté por meses, pero fue en vano. Quizá un periodo menstrual que no llega es el que me invita a no desaparecer por más tiempo. Las víboras mudan de piel, las ave fénix vuelan, sabrá qué me toque a mí, pero la metamorfosis, y no la de Kafka, ha iniciado.

------------
Hace semanas me fui a Acapulco, al II Encuentro de escritores del pacífico, me invitaron y fui, llegué sin back up, ni un sólo amigo de Tijuana, tuve que abrir las antenas y borrar la bruma. Acapulco no fue lo que esperaba... fue mucho mejor. Con todo y que dicen que ya no es el que solía ser, fue mejor. Mejor que estar aquí, donde los fantasmas citadinos te acechan en cada esquina. No extrañé nada, nada. Me olvidé por unos días de la violencia rutinaria, de lo cotidiano. Conocí a mucha gente, mucha. Escritores con ínfulas de grandeza (nunca deben faltar!) de ésos que te hacen sentir pequeño con una mirada, esa clase de mirada por encima del hombro que te obliga a mirar hacía arriba y decir: No me chingues, no me asusto, vengo de Tijuana. Lo dicho, tuve que abrir las antenas fronterizas, las que brindan la peculiaridad de vivir en la frontera. Hubo otra clase, la nuestra, la mía, la que escribe sin prejuicios románticos estilo romanticismo alemán, la otra clase, la que le saca la tinta a la pluma y a los dedos: los que valen la pena. Los que no saben dónde ni cómo iniciaron y no les importa; los que se toman un coco con ginebra en la playa mientras hablan de poesía con el Coquero; los que hablan de Von Kleist, mientras ven si compran un caballito de mar; los que quieren viajar para escribir mejor; los que fuman mientras se tatúan con gena una hada malévola en la espalda y piensan en Malcolm Lowry. Ya se me borró el tatuaje, por cierto.

Ojalá y "N" piense lo mismo.

2 comentarios:

Yohanna Jaramillo dijo...

Escritores con ínfulas de grandeza (nunca deben faltar!) de ésos que te hacen sentir pequeño con una mirada, esa clase de mirada por encima del hombro que te obliga a mirar hacía arriba y decir: No me chingues, no me asusto, vengo de Tijuana.

Jajajajaja, a huevo!!! El Tijuanense nada teme, y no porque no tenga miedo, si no porque somos chingones y punto :P jajaja

Esmeralda dijo...

jajaja! Claro!! Me entendiste perfecto, no comprenden que en Tijuana nunca hemos esperado a que alguien venga a salvarnos!!

Lista pal caracol??

besos.