jueves, 17 de diciembre de 2009

Frente a la perspectiva del año nuevo, escribo el epitafio del que se va. Mi mente gira en eterno apocalípsis y busca reecontrarse en las cosas y objetos que me circundan. La utopía de un cuento de hadas a los 30's se acaba conforme pasan los días. Una licenciatura nueva anuncia la posibilidad de abandonar lo conocido y comenzar de nuevo. Siempre he dicho que esto de ser adulto es como una enfermedad que sabes que te va a llegar, pero para la que no tienes medicina. No es bueno ser aprensivo con nada. Ya aprendí. Todo tiene un ciclo. Como las lavadoras. 

No he perdido mi capacidad de asombro. Eso no se logra con los años. Pero el año que ya muere, se niega a que escriba su epitafio, se pelea con los anteriores y con el que llega, de alguna u otra forma reclama sus pertenencias: las horas, los días, mis dedos entumidos por la desgana: todo.

Estoy escarbando la tierra de las plantas, no quiero cruzar la calle para enterrarlo. Ellas sabrán resguardarlo mejor que yo.

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