Hace muchos años tuve una relación con un hombre al que le debo mucho (es tiempo de aceptarlo), con él no sólo reí sino que ambos conocimos los verdaderos orgasmos; el mundo escapaba ante nuestros ojos y los besos eran largos; el idilio duró nueve años hasta que se enamoró otra vez y decidió cambiar de pareja. Sobra decir que el proceso de recuperación fue difícil y largo, muy triste; después el papá de Ivanna. Fue tan doloroso, que al encontrarnos ni siquiera nos saludábamos.
Ahora, años después, el contacto se ha reiniciado. Es extraño como los años y la experiencia sacan a relucir las culpas; hay una disculpa que no se ha otorgado y un remover los recuerdos que, según, ya estaban enterrados.
Veo a mi hija, pienso en su padre y en las cosas que ha vivido su madre; el amor tan grande que sentí por un hombre con el que me gustaría hablar de literatura alguna otra vez. Sí, de vez en cuando extraño eso; sin embargo agradezco que se haya ido, desde su partida he conocido gente maravillosa y viajado mucho.
Veo al padre de mi hija y lo sé tan diferente. Tan lejano también. Estoy feliz por eso. A él tampoco puedo saludarlo siquiera.
No soy la madre Teresa de Calcuta.
1 comentario:
... De los amores, ya no se cual es el mas dificil ...el que se siente...o el que se da...
De orgasmos... como la tormenta perfecta... se necesita un barco ... y un buen capitan ...
Aun los catolicos dudan de los santos...
Ya ni con mascara...
Publicar un comentario