miércoles, 4 de agosto de 2010

Soñé que me decías: ven, quiero abrazarte...y me abrazabas. No sé cuanto tiempo permanecimos así, tus ojos verdes me miraban con ternura, con la ternura de alguien que no tiene nada qué hacer. Yo sentía tu calor, la calidez de tu abrazo era infinita, me sentí segura, protegida. No sé en qué momento apareció una botella de tequila en una de tus manos y un cigarro en la otra, me desprendiste de tu abrazo y me quemaste la ojera derecha (te acuerdas? Todavía tengo esa cicatriz). Yo lloraba con el llanto de alguien que no comprende la jodidez del mundo, lo complejo del comportamiento humano, con la curiosidad de siempre querer saber los porqués. El líquido salado me quemaba los ojos. No hice nada, me tapé el ojo y quise abrazarte de nuevo, tuve ganas de decirte que me había portado bien, que no me gustaba la realidad del juego de los adultos, que ya había escuchado a los Tigres del Norte -tu grupo favorito-, que sería capaz de aprenderme sus canciones con tal de que no te fueras, con tal de que abrazaras por siempre a tu hija y le enseñaras a comprender el mundo.

Hoy sólo vomité tres veces.

2 comentarios:

EL GATO AZUL EN TIJUANA dijo...

...Siempre que leo cosas asi me gustaria estar mas cerca fiscamente de mi hija...

Por fortuna de ambos, sabemos que el amor de uno por el otro es correspondido...

Aunque...ojala no existieran las distancias...

D dijo...

....como ser parirario entre lo que se desea y lo que se decide individualmente