Cuando me vaya de esta casa la añoraré por completo.
Los rincones.
El olor. Sus puertas rojas.
El amor compartido.
La distancia entre pasos. Los colores. La ventana.
Me he resistido a dejarla.
Cada espacio me encierra, me reconoce, pero es un espacio no mío, uno que no me pertenece.
Pronto llegará alguien más y las paredes vivirán con ese “alguien” otro idilio, se enamorarán y olvidarán los sucesos anteriores.
No hay casa fiel después de todo… ni siquiera en sus esquinas.
“La memoria se queda en los objetos y en los días”, dijo una vez Abril, y sí, es verdad, pero se queda también escondida entre los de sangre tibia y piel tersa.
Quitaré los ojos de lo vivido.
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