viernes, 24 de abril de 2009

Me abre la puerta del carro, saca la silla para que me siente, me toma del brazo, chocamos (no estoy acostumbrada a que alguien sea "caballeroso"), me recomienda el mejor platillo del Sushi Tai, vierte la salsa de soya sobre el recipiente, le digo que no tomo hielo, le habla al mesero, pide un vaso sin hielo, ríe, platica de todo, menos de literatura, mucho menos de teatro. No me permite pagar la mitad de la cuenta. 

Es demasiado, demasiada atención, me digo.

Me deja en la puerta de mi casa, me llama una hora después. 

Quiero salir otra vez, me dice.

Es demasiado.

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Soledad: aquí te traigo mis credenciales.

Estabas ahí, con chamarra nueva, y el corte de cabello que acostumbras cuando te quieres ver más joven.

Aunque no hay papel, se notan las cicatrices.


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