Y los miras, te sientas a su lado mientras ellos se sirven vino en una copa, y tú, jugo de toronja. Ya habías olvidado lo que te fascina hablar con ellos, reírte, escucharlos; te gustaría tomar una foto para guardar el momento pero no encuentras el pretexto. No sabes cómo fue que dejaste de frecuentarlos, de comer pesto y pan horneado.
Pero regresas a ellos y recibes los apapachos que necesitabas. Te abrazan, te preguntan por la bebé, te animan, te besan. Afuera hace frío pero no importa, estás en casa y brazos amables.
Es diciembre y llueve.
Ya sólo quedan tres meses.
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