En algún momento diré todo lo que pienso de la gente que conozco, lo bueno y lo malo, en algún momento lo haré para prevenirme del cáncer, del no decir, del no estar; el tiempo se deshace en la ventana de mi cuarto y no hay remedio, no hay cura que lo detenga. Cierro los ojos y me doy cuenta que los espacios circundantes no han cambiado, no importa el ocaso de las cosas ni el sun rising.
Diré todo lo que me disgusta, todo, dejaré de lado el protocolo y la diplomacia. Creo que después de los treintas ya me puedo dar ese lujo.
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Hace unos días recibí el layout del Proyecto de las morras, me gustó mucho (y no estoy blofeando), es un libro que encierra todo el trabajo de estos tres últimos años.
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Me he enterado de cosas innecesarias, vidas innecesarias. En ocasiones odio el facebook.
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Hoy le corté el cabello a Ivanna, quería festejar que ya casi cumple cuatro meses y que su melena extra negra casi le cubría los ojos. Debo confesar que se lo trasquilé, no paraba de moverse y las tijeras hicieron lo suyo. Mañana le tomaré una foto, debe quedar constancia de lo que su madre primeriza hacia con ella cuando era una bebé risueña.
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Y apenas es martes.
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