Entró a un auditorio enfundada en un vestido de noche color claro, glamuroso y largo. Sobre su cabeza, un chongo de salón sobresalía. Tomó el micrófono, la pista comenzó: era un concurso de belleza. Miró a la contendiente que había cantado antes que ella, y se rió, trató de buscar entre el público a personas conocidas, pero las luces no se lo permitieron. No canto, pensó. Pero su consciente, no inconsciente, le dijo: no importa, es un sueño, claro que cantas. Y Ella comenzó a cantar. No ganó, la corrupción no era parte del trato.
Con su vestido glamuroso, caminó por un jardín rodeado de flores y áreas verdes, a lo lejos alcanzó a ver la casa de la abuela, aquella del pueblo ahora casi abandonado; su abuela la esperaba sentada en el portal de la casa. Ella se abrió paso entre las flores. El sol comenzó a oscurecerse, la noche llegó de súbito, y su abuela le abrió los brazos, le dijo que la veía agotada, que se quedara a acompañarla para siempre. Él no va a volver, le dijo, está enamorado. Ella cayó de rodillas y comenzó a llorar. El área verde se manchó de rojo, y su vestido también. No eres Alicia en el país de la maravillas, le dijo su consciente. Su abuela la apretó entre sus brazos y le limpió la cara, vete, le dijo al oído, camina, aunque el suelo esté lleno de sangre.
Disculpe usted, bloguero-lector (sí es que alguien lee lo que ésta escribe), pero es que creo que mi abuela fallecida, está preocupada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario