jueves, 7 de marzo de 2013

Hace muchos años tuve una relación con un hombre al que le debo mucho (es tiempo de aceptarlo), con él no sólo reí sino que ambos conocimos los verdaderos orgasmos; el mundo escapaba ante nuestros ojos y los besos eran largos; el idilio duró nueve años hasta que se enamoró otra vez y decidió cambiar de pareja. Sobra decir que el proceso de recuperación fue difícil y largo, muy triste; después el papá de Ivanna. Fue tan doloroso, que al encontrarnos ni siquiera nos saludábamos.

Ahora, años después, el contacto se ha reiniciado. Es extraño como los años y la experiencia sacan a relucir las culpas; hay una disculpa que no se ha otorgado y un remover los recuerdos que, según, ya estaban enterrados.

Veo a mi hija, pienso en su padre y en las cosas que ha vivido su madre; el amor tan grande que sentí por un hombre con el que me gustaría hablar de literatura alguna otra vez. Sí, de vez en cuando extraño eso; sin embargo agradezco que se haya ido, desde su partida he conocido gente maravillosa y viajado mucho.

Veo al padre de mi hija y lo sé tan diferente. Tan lejano también. Estoy feliz por eso. A él tampoco puedo saludarlo siquiera.

No soy la madre Teresa de Calcuta.


1 comentario:

EL GATO AZUL EN TIJUANA dijo...

... De los amores, ya no se cual es el mas dificil ...el que se siente...o el que se da...

De orgasmos... como la tormenta perfecta... se necesita un barco ... y un buen capitan ...

Aun los catolicos dudan de los santos...

Ya ni con mascara...