martes, 9 de septiembre de 2014

Cada vez es más dificil entrar aquí. La inmediatez de la vida y de las cosas conllevan un proceso de cambio continuo; la hija crece por segundo y su lenguaje también.

He leído cual caballo desbocado en este año en que los momentos se rigen por el animal que relincha y no se cansa.

La que escribe crece por segundo también; en ocasiones anhela la piel de gallina de la adolescencia, los besos arrebatados, húmedos y calientitos de la juventud, la pasión al borde, las miradas y el cuerpo receptivo; en otros momentos reconoce que no hay mejor apuesta para la bolsa de valores de la vida que el tiempo y el conocimiento, la experiencia se refleja en sus sentidos y en su caminar, en su risa. Los movimentos son más lentos, más pensados, más disfrutados.

Es como estar en la punta de un acantilado, mientras del otro lado se observa a una jauría de lobos, por este lado todo es tranquilidad, el agua cayendo en una cascada que se transforma en espuma y en miles de volutas blancas, el pasto es verde y alcanza casi la rodilla, desde este punto se ven los ojos rojos y amarillentos de los lobos que esperan, esperan, solo esperan que la que escribe cometa un error o de un paso en falso para lanzarse sin miramientos a la despedazada perfecta, el desprenderse de la carne hasta quedar en el hueso blanco y descalcificado.

Así los lobos. El deseo se esconde tras los ojos muertos.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Extraño tanto a mi martes. Hoy tuve un
martes, pero no fue lo mismo. Tenía un sabor extraño.
Había indicios de que ya había sido abierto.
El sello de seguridad estaba roto. Alguien lo había envenenado
con jugo de miércoles. De hecho,  pienso que hoy
realmente fue miércoles, pero el gobierno 
intentaba hacerlo pasar por martes, retrasando 
mis clases un día, reacomodando
las servilletas. Envié una carta al MI5, a la CIA
y al resto. Yo sé que tienen mi martes.
Lo retienen para experimentar con él pues
era tan enloquecidamente feliz. Yo sonreía dormida
cuando dos hombres cubiertos de la cabeza a los pies con inmensas
medias negras lo hurtaron de mi mesa de noche. Estaba ahí.
Precisamente ahí. Pero, cuando desperté, había 
desaparecido. Su miércoles hurtó mi martes. 
Ese jodido miércoles, totalitario y tragamierda 
cogido por nubes hurtó mi inocente 
martes. Ahora todo se torna realmente ridículo: 
los días cambian cada semana, es como una avalancha. 
Tan pronto comienzo a acostumbrarme a un día, conocer
los corredores, encontrar la llave del locker, suena la campana
y repentinamente es jueves, o viernes, pero no 
el pasado viernes o jueves, ellos son diferentes, 
con rodillas como pústulas, ojos sin gracia: 
nunca sabrás hacia donde se precipitarán.

En la oficina de objetos perdidos, retrasé la cola,
mientras hablaba con  el empleado, le dije: “Es verdoso, 
con una boca que se abre hacia un patio trasero. Pero, sólo tenían una caja 
de viernes salvajes que algunos jóvenes habían extraviado en Tailandia.
(Tomé un par de esos para calmar el dolor) Luego
me rendí. Ignoré los días, y ellos me ignoraron.
Bebí Red Bull en las ruinas de los monasterios,
revisando calendarios de muertos realzados digitalmente:
Gene Kelly descargando una nueva versión de 
'Cantando en la lluvia' en su delgado Apple Mac.

Ahora el tiempo a nadie le importa un carajo. La hora feliz de los bares
dura toda la tarde. Puedes ponerle un sombrero a un cadáver, 
enviarlo a su trabajo. Puedes enterrar a un bebé.

Sofisticados consejeros vistiendo chaquetas retro de lanilla
insisten en que mire hacia el futuro. Habrá otros martes
para disfrutar, me dicen, nuevos prados de los martes.

Mentira. Hallé mi martes en la cama de otra.
Sus mandíbulas estaban embadurnadas en gel aterciopelado
y su voz se había corrompido. Fingió ser un sábado,
sin embargo yo podía verme reflejada en sus ojos, un yo 
más joven, soplando la brisa con mi trombón de plástico. 
“Perdóname” dijo mi martes, sacando su mano del interior 
de una mujer. “No fue mi intención decepcionarte, pero tampoco
podía ser por siempre perfecto,
tú me estabas sofocando.
Incluso los recuerdos
más hermosos necesitan desahogarse.”

miércoles, 2 de julio de 2014

No hay nada más sexy que la voz de Ella Fitzgerald, mientras un hombre acerca sus dedos a tu entrepierna.

lunes, 16 de junio de 2014

Mi cumple y mi todo.

jueves, 1 de mayo de 2014

Y sí. Hay momentos en que me gustaría estar en otra parte.

I
Italia, por ejemplo.

miércoles, 16 de abril de 2014


El estreno de los 3.

sábado, 12 de abril de 2014

Ella a sus casi tres.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Qué bien se siente regresar a la escritura. Al vacío, la otredad.
"Al desear, queremos una otredad, alguien del otro lado que podamos ir a visitar, con quien podamos pasar algún tiempo, que podamos ir a ver qué pasa en la zona roja. Al desear, queremos un puente para cruzar. En otras palabras, el fuego necesita aire. El deseo necesita espacio. Y cuando se dice así es bastante abstracto."

viernes, 14 de marzo de 2014

Desde hace tiempo perdí la brújula.

martes, 11 de marzo de 2014

Cómo, en qué momento el vacío se va apoderando del cuerpo, de la memoria?
Hce tanto que no entro aquí, que de pronto es como si fuera desapareciendo poco a poco.
El espacio que habito es de cristal bordeado por cielos azules que no conocen la oscuridad del tiempo. Cuando el ocaso rodea mi edificio, las luces que penden de las paredes se encienden, y es entonces el momento de escribir, en la imaginación, palabras e historias que no tengo tiempo de escribir.

Aquí todo es papeleo y programaciones interminables, presupuestos que no alcanzan.
EL 08 de marzo cumplí un año en este puesto y es la felicidad en un tunel de anillos muy poco luminosos.

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De cuando fui al DF., y tuve sexo con un fantasma.

Ya teníamos unas cuantas cervezas en el cuerpo, el frío nos hacía titiritar mientras caminábamos hacia el taxi. Yo ya sabía a lo que iba: el sexo pasado. Cómo sería tener sexo con un fantasma, cómo reaccionaría la piel ante caricias ya conocidas y eyaculaciones esperadas.
Hablamos de todo y nada. De películas vistas, libros leídos, chistes recontados, frases y citas ya mil veces visitadas.

Las manos entrelazadas.
Como dos Peter Pan que no desean crecer ni recordar el daño previo, el daño que casi los difumina en el tiempo.

La música.
Acomodada en el oído como melodía de fondo en una película con muy buenos efectos especiales.

La mirada.
Una sobre la otra, escondiendo lo que no puede decirse: palabras que ponen en riesgo el sexo de la noche, la calidez de las sábanas, la calentura del cuerpo, la saliva de los besos, la suavidad del entrar y salir.

Los besos.
Fue como regresar al mismo espacio. A la misma casa.

El sexo.
Aquí fallaré, pues no soy ni Almudena Grandes ni Anaís Nin para narrar exquisitamente un encuentro sexual, ni siquiera Penélope la de Ulises para ser romántica, ni Elena de Troya subiendo a un barco ilícitamente para tener sexo tórrido con un hombre... bueno, en ese aspecto quizá sí lo sea: me subí a un barco de sábanas ásperas que al contacto de nuestros cuerpos, se calentó como una tarde de verano en una playa.
Cogimos toda la noche, toda. Seís años después cogimos. Cogimos en todas las posiciones posibles, recordamos el kamasutra in situ. Cogimos durante la noche y durante el día siguiente. Ni siquiera nos bañamos. Vimos películas tirados en la cama. Volvimos a coger con todavía los residuos del coito anterior.

Cogí con un fantasma escritor y me llené de lectura y otras secreciones.

El vacío fue terrible.