lunes, 21 de abril de 2008

Martes de Fran, no de Edipo

Lo recordaba de la carrera, su caminar lento y sosegado, siempre mirando en todas direcciones. Por aquellos días sus ojos oscuros reflejaban que estaba adelantado a su tiempo. Igual que ahora.
A sus menos de veinte, se había convertido en un parteaguas en la literatura regional. Siempre pienso en él como un Rimbaud Tijuanense. Ensimismado, pero desbordando una necesidad inefable por conocer el mundo. Así lo hizo, así lo hace.
Me lo encontré la semana pasada saliendo del teatro. No ha cambiado mucho. Aún conserva las facciones de niño eterno, la mirada confiada y, esas ganas de querer jugar con el mundo, aunque lleve años viviendo fuera de esta ciudad. Siempre regresa, no sabe por qué. No lo dice, finge no saberlo, pero es inevitable ocultar que Tijuana es su Penélope y que siempre regresará a ella, aunque sea por mar.
Fue divino encontrarlo; escuchar sus horas vividas; compartir un café con él, con Miriam y después unas chelas en el Dandy del Sur, donde los amigos -y Laurita- siempre te esperan.

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