martes, 10 de enero de 2012

Y entonces... descubres que no escribiste nada este final de año, que no hablaste sobre los viajes, los montajes, los mensajes absurdos y anónimos que recibiste a lo largo de los meses, que cambiaste de carro una vez más, que cambiaste de cuerpo, el dolor del parto, el 2011 tan extraño, tan aprisa, tan lento, las horas sin dormir, los ojos maravillosos de Ivanna, sus manos suavecitas, sus mejillas regordetas, sus muslos tan comibles, su coeficiente intelectual tan desarrollado, lo que opinas de los teatreros, de la gente; nada, ya para nada hay tiempo.

Te gustaría cerrar los ojos (por mas cursi que se lea), y no escuchar nada más que el silencio, poner las páginas de la mente en blanco y nada, nada, sólo el descanso.

Y sí, te gustaría decirle al responsable de los mensajes anónimos que tome un curso o taller de ortografía, de sintaxis o ya de perdida de vocabulario. Se nota por lo que escribe que no es muy brillante académicamente. Se nota.

Los mensajes... de risa.

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