domingo, 11 de enero de 2009

Se detuvo frente a él y lo miró directamente a los ojos. Ojalá y algún día sepas cómo me partiste la madre, le dijo. El se mantuvo callado. Ella no esperó ninguna respuesta; abrió la boca y le comió la nariz. La masticó y la masticó por horas, deseaba que el sabor fuera infinito.

No hay más.

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